Las manos de mi abuela


 Tus manos, siempre tibias, sanan cualquier dolor con solo tenerlas cerca. A veces me dejas que las investigue, me gusta pellizcar despacito el papel barrilete de tu piel, perfumada de lavandina y rosas. Cuento las pecas como si fueran constelaciones hasta quedarme dormida, acurrucada entre esas manos como un pajarito.

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