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Mostrando entradas de marzo, 2019

La magia del pescador

Mi abuelo, Don Aurelio era un hombre emprendedor y entusiasta. Tenía dos pasiones: pescar y cantar. Charco, río o laguna, donde fuera que hubiera un poquito de agua ahí estaba con su caña , su anzuelo y sus lombrices; nunca una red o un medio mundo porque para él eso era hacer trampa. Su otra regla de oro era “ todo lo que se pesca se come” así que se cuidaba de no pescar zapatos o latas oxidadas. . Le encantaba disfrutar del silencio de la noche en la orilla para cantar y pescar bajo las estrellas y después escuchar a los pájaros sumando su canto al amanecer.   Todos decían que él era el mejor pescador del lugar y así era. Siempre sacaba la mejor pieza o volvía con su bolsa llena de pescados que cocinaba en una sartén grande, para su familia y   sus amigos. “Aurelio ¿no me trae de sus lombrices?”, le pedía uno. Otro quería sus anzuelos y así trataban sus compañeros de descubrir cuál era el misterio de tanta suerte y poder contagiarse un poco. Un día iba lo más tranquilo rema

Estudiantes

En esa esquina que en primavera huele a paraíso estaban los dos estudiantes. Él, con sus jeans gastados, las zapatillas sucias y una mochila medio descosida. El Colo, como le decían en la escuela, se acomodó el gorrito de lana mirando para todos lados. Ella dejó el paquete al lado del árbol. Se tomaron de la mano. A veces todo el universo está de acuerdo y hace que dos sonrían al mismo tiempo. El viento los empujaba hacia el parque. Dos patrulleros se cruzaron delante de ellos. Ocho hombres bajaron con armas largas. El viento se detuvo y cada uno sintió un silencio mordiendo por dentro. Con palabras y empujones los arrastraron hasta la calle. Tenemos que escapar, pensó él. No hicimos nada grave, nada malo tiene que pasar, rezó ella. A los dos les temblaban las piernas y les sudaban las manos. En esa ronda de pesadilla no había mucho para elegir. El le susurró: —Cuando te diga. Y ella respondió: —Mejor nos quedamos.  Desde el otro lado, un policía miraba a sus compañeros sin deja

Otoño

Imagen
Centellea soles     como  un  limó n  cortado al medio, cada  tanto el fresno en su c alma dorada     se vuelve  escalofrío. Con la brisa, una  lluvia de hojas     me  despide.  

Susurro

El aire se deshace en palabras para llegar a tu oído, susurra un mar de caracol, se convierte en suspiro, recomienza el ciclo, con el próximo latido, la poesía  madura,  florece de tu lado y del mío.