— ¿No te merecés un taxi? Mirate, estás agotada, trabajaste todo el día, llevás tres bolsas, al bebé, los chicos, las mochilas... Después de este diálogo interno, la mano se le levanta sola ante un Fiat negro y amarillo que se acerca con su insinuante luz roja, invitando a subir. La noche tibia y húmeda desparrama colores y luces. Autos, vidrieras, gente yendo y viniendo. Una mano amable, abre la puerta trasera. Un ciclón de bultos y chicos la empuja hacia el interior del auto. Con un pie tantea el espacio y logra esquivar el marco de la puerta.Tambaleando ocupa, felizmente, los centímetros cúbicos que le dejan. Con una mano sostiene al bebé, con la otra busca las llaves de casa en los bolsillos. Si, ahí están. Solo falta encontrar el cambio para pagar el viaje. Saca de la cartera, algunos objetos que entorpecen la búsqueda: la agenda, una cartuchera, un pañal, la mamadera. El bebé la reconoce y lanzando grititos de alegría intenta apoderarse de ella. Con una manito asegur...