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Empatía

  Empatía Cualquier vecino de Caballito sabe que en la avenida Rivadavia, a la altura del Banco Provincia, salga el sol o llueva, un hombre de traje y anteojos ofrece su mercancía con la dignidad de un árbol :”para cubrir la mesa, para proteger el mantel”.Todo en él es corrección. Una mujer se acerca, le alcanza una bandeja con un almuerzo que huele a comida casera. No lo conoce, sólo sabe que, por alguna razón, está ahí desde siempre. El hombre sonríe, la mira a los ojos y aplaude como un niño agradecido.

El coleccionista

  El Coleccionista En el parque Rivadavia todos conocen a mi abuelo.Cuando él saca nuestro cofre de madera aparecen sus monedas. Entre los coleccionistas me quedo escuchándolo. La de 1960 tiene al cabildo, se la regaló su papá cuando empezó el jardín; la del 78, un estadio de fútbol, la ganó con su primer trabajo, con la de 1820, inventa siempre algo distinto sobre calles de barro y la quinta de los Lezica. Se que por nada en el mundo las vendería. Después desayunamos en el bar de enfrente: café con leche y medialunas.  Cuando sea grande yo también quiero contar historias.

Ley del Talión

 Ley del talión Lourdes es una mujer pequeña pero gigante, orgullosamente aymara. Habla, para oídos sordos, sobre la tragedia de la que es sobreviviente. Una masacre. Obreros y obreras textiles, la mayoría migrantes, trabajando en condiciones miserables junto a sus hijos, en uno de los tantos talleres clandestinos. Maltrato, desidia, esclavitud en pleno siglo XXl. Mientras narra la historia para quienes no quieren escuchar, las palabras van saliendo de su boca como humo de cigarro encendido. Una neblina cada vez más oscura envuelve a quienes pasan sin mirar. El calor es sofocante. Falta el aire. Es ahí cuando Lourdes se convierte en una llama poderosa que arrasa y deja  a los indiferentes mortalmente atrapados.

Los duendes de la primavera

  Los duendes de la primavera Ustedes ya saben que los duendes son esos seres mágicos vestidos de verde con botones colorados y escarpines con punta. También saben que viven en los bosques, que alrededor de los treinta y cinco años dejan su infancia para entrar en la adolescencia que dura solo ciento un años más.  De esos duendes, les voy a contar hoy una historia. Una historia de duendes, en un país de duendes. Un país muy frío, siempre blanco de nieve.  Las mamás y los papás duendes se la pasaban tejiendo saquitos, calcetines, calzones y calzoncillos largos para mantener abrigada a su familia.   Y todos los demás, viejos, adultos, niños y bebés cortaban leña para armar fogones y recogían frutos para alimentarse. No había tiempo para divertirse, para jugar o para dejarlo simplemente transcurrir. Hacía muchos años que no se los oía reír ni cantar.  Largo tiempo atrás un rey había llegado de “Nadiesabedonde” y gobernaba el país de los duendes.  No permi...

Doble vida

  6a.m. salto de la cama, ducha, lavado de dientes, ropa ya elegida la noche anterior para no perder tiempo. Dos mates , tres tostadas. Todo en automático. Increíble como el tiempo es, a esas horas, una bandita elástica. un rato más debajo del agua tibia puede hacerme llegar diez minutos tarde. No me lo puedo permitir. Mochila y afuera. Los porteros lavan la vereda intercambiando chorros de agua y los últimos chismes del barrio; los saludo mientras sigo paso firme hacia la parada del colectivo. La fila es eterna. Muchos de los pasajeros tienen nombre en mi cabeza: la desmayada, el fortachón, el ekeko y así; tomo lista. Palpo los bolsillos buscando la Sube. El chofer sonríe, es amable… ¡es el actor de stand up que vi anoche en el teatro! ¿será que aún estoy dormida? No se si pedirle que cargue mi tarjeta o un autógrafo.¿Sooos vos? ¡Si! grita alguien, más atrás, ¡Un actorazo! Llego a decirle que me encantó y el me sonríe tímidamente. En segundos vuelve a ser el chofer, como en esas d...

Susurros

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La poesía no sirve para nada. Qué hacemos con este susurrador en mano, yendo de acá para allá, ofreciendo poesía como quien ofrece pañuelitos o curitas, pero gratis. De vez en cuando, alguien te mira con ojos desorbitados cuando le preguntás si quiere escuchar una poesía. A veces ni te responden y apuran el paso. Igual seguimos, hoy en la plaza, ayer en una marcha, otro día en una asamblea… También hay circunstancias felices, niños y adultos que buscan a las susurradoras, que nos traen de la mano a otros, para que pasen por la experiencia. Hay muchos que te dicen: es lo que necesitaba escuchar, otros respiran hondo como para nutrirse del aire poético que les acaba de llegar. Hoy, colocan en mi barrio una baldosa de la Memoria. ¿Todavía siguen con las baldosas? pregunta un tipo que pasa entre fastidiado y desafiante, pero se va porque nadie le contesta. El grupo se sigue nutriendo de gente y más gente. Parece increíble pero en este momento, poner una baldosa, hacer un acto por un desapa...

Torrente

  Torrente Arden casas y bosques,  las comunidades sin sus tierras. Arden de odio los que embrollan con dichos para la sedienta codicia de unos pocos. Arden monstruos nacidos del hambre, la soledad y el silencio. Entonces, alguien sale a la calle, se encuentra con otros que miran a los ojos, eligen las palabras hasta dejarlas limpias; uno comparte el mate, otro inventa cantos honrando este suelo que pisamos, el aire que viene a darnos la vida, generoso el agua que es de todos y la quieren para unos pocos. Si hace frío, si pinta el miedo,  hay manos que se tienden y abrazos que rearman. De pronto la calle es un mar de cabecitas con olas de brazos en alto,  un torrente que viene a apagar tanto fuego.