Lunes otra vez

Lo primero que ve es el techo blanco. Recién amanece. Con un bostezo enorme se despereza y se despega de las sábanas blancas y del acolchado de flores que le entibiaron durante la noche. Apenas pone los pies en el suelo observa que no se sacó las medias y que se fueron acomodando como quisieron, hasta estar ahora bastante sueltas, como si les faltara relleno. Le quedan colgando pero tiene tanto sueño y los huesos le duelen de tal manera, que agacharse para acomodarlas sería una tarea demasiado ardua.
Con sus pelos revueltos, la remera enorme y agujereada que usa para dormir y las medias colgando llega al baño. El espejo da cuenta de su estado. Se sonríe a si misme, pero inmediatamente la sonrisa se convierte en mueca de desagrado porque acaba de pisar un pequeño charco que su media obediente a la capilaridad absorbió por completo.
Duda entre hacer pis, lavarse los dientes o abrir la ducha, y como siempre elegirá mal el orden, por lo que terminará meando a los apurones después de abrir la ducha y haberse lavado los dientes con poca agua.
La ducha tibia le volverá a la vida y ahí se quedará más de lo debido, complacide por lo amable del agua que le calma el dolor de huesos y le despierta.
Comienza a sonreír una vez más pero el teléfono suena y la sonrisa se borra. Sale corriendo para atender envuelte en la toalla. "gracias por utilizar nuestros servicios", dice una voz amable.
Otra vez es lunes y quedan treinta minutos para llegar a la oficina.

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