Dafna inventa palabras


Dafna dibuja con el dedo sobre el vidrio empañado. Su mamá en la cocina prepara el almuerzo.
Es domingo, y los domingos fríos y lluviosos son un poco tristes. A Dafna le gusta ir a la plaza a jugar con otros chicos.
Cuando está en su casa sin sus amigos alrededor, da vuelta el cajón de madera que le regaló su abuelo. Se sienta con los muñecos de peluche alrededor del cajón. Pone un mantelito que le dio la abuela. Sobre el mantelito pone unas tazas, platos, una pava de plástico. En el baño llena la pava con agua para hacerla más real. En la cocina busca la lata de bizcochitos. Saca algunos que están partidos en el fondo. Ahora con todo listo conversa animada con sus muñecos y les sirve café hasta dejarlos completamente empapados.
—De grande voy a ser inventora— le dice Dafna al oso amarillo.
—Ah ¡Qué interesante!—contesta su oso— ¿Inventora de qué?
—Muy buena tu pregunta señor Oso.Tendría que ver porque todavía no inventé nada.
 Dafna se rasca la cabeza como buscando. -Me gustaría ser inventora de palabras.
—¿No están todas inventadas señora Dafna?— pregunta el oso.
—No, hay muchas cosas que no tienen nombre.
Dafna mira a su alrededor buscando todo lo que le gustaría nombrar y no puede.-Estas, son las papañuelas. Dafna le muestra al señor Oso sus medias que a punto de salirse parecen dos lenguas de vaca colgando de los pies. Siempre que me levanto de la cama están mis papañuelas. Con las papañuelas llego al baño y a veces se humedecen un poco.
-¡Papañuelas señor Oso! ¡Papañuelas amigos!— grita divertida Dafna mientras les muestra las papañuelas sacudiendo los pies.
El oso amarillo ya se cayó dos veces y vuelve a levantarlo para ofrecerle bizcochitos.
Encantada con su primera palabra vuelve a pensar en esas cosas con las que se encuentra y no puede nombrar. Se acuesta en el piso como hacen sus muñecos. El techo juega con las luces de los autos que pasan allá en la calle. Dafna cuenta esas figuras iluminadas, como otros cuentan ovejas antes de dormir. Esa será mi próxima palabra piensa. Mientras tanto sus muñecos desparramados por el piso reclaman otra taza de café.

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