Razones para amar a una biblioteca en un puente
Razones para amar a una biblioteca en un puente.
Porque desde allí puedo ver el camino del sol.
Porque parece un pedazo de campo que se niega a partir.
Porque la luna llena se prepara para iluminar la vuelta.
Porque el cielo escribe con caligrafía de nubes y las lluvias se suspenden.
Porque allí, el cielo nos escucha.
Porque ponemos música y bailamos en ronda.
Porque el espacio invita.
Porque nos esconde del barrio apurado.
Porque allí los poetas son bienvenidos.
Porque crece el pastito sin que nadie vigile.
Porque en la hondonada por donde pasa el tren a veces imagino un río de agua torrentosa.
Porque es una biblioteca sin techo.
Porque en una biblioteca sin techo los pajaritos de la cabeza pueden salir volando.
Porque en una biblioteca sin puertas ni candados todos son bienvenidos.
Porque en una biblioteca sin techo, el sol ilumina cada palabra.
Porque cada uno encuentra sus palabras.
Porque hay palabras de tinta, palabras de hilo, palabras de aire.
Porque una banda de grillos nos despide cada vez.
Porque hay manos laboriosas como hormigas.
Porque arrastro mi carro lleno de libros inventandome un oficio nuevo.
Porque mis hijos vuelven a darme la mano para mirar juntos el tren que pasa.
Porque allí esperan los abrazos amigos.
Porque sabe guardar nuestros secretos.
Porque una enredadera se comió al puente viejo y lo disfrazó de jardín.
Porque es el puente de mi infancia.
Porque no hace falta estar todo el tiempo arriba: si alguien viene triste hay orejas que se abren y manos que se tienden.
Porque los deseos salen a juntar personas.
Porque cada vecino tiene su nombre.
Porque los libros nos hablan.
Porque entendimos que solos no podemos casi nada.
Porque tiene perfume de naranjas como los versos de Lorca.
Porque alguien alcanza un mate.
Porque en ese lugar confiar, palabra y humanos van en el mismo bolsillo.
Porque todo se dispone de la mejor manera: mesa con libros, mesa con bizcochos, banquitos para las piernas cansadas, postales con poemas…
Porque juego a contar historias que me invento.
Porque cada tanto hacemos un concierto y los libros salen a bailar.
Porque cantamos las canciones de Victor Jara y los charangos cuentan de otros cielos.
Porque allí nos convertimos en las tías del barrio.
Porque nos miramos a los ojos y bordamos los sueños.
Porque conjuramos la memoria.
Porque una biblioteca sin memoria sería como un pájaro sin alas.
Porque Joaco y Tomás charlan al sol.
Porque Dafna se sienta en una lona con sus libros preferidos.
Porque una abuela trae a sus nietos a pintar los cuentos.
Porque no hay nada más lindo que sentarse a leer mientras se acaricia a un perro.
Porque el panadero ahora me habla de lo que está leyendo.
Porque ahí no cuenta la edad.
Porque la rayuela que pintamos ya tiene un cuento.
Porque la rayuela invita a los niños y a convertirse en niños a los que ya no lo son.
Porque es una biblioteca que juega.
Porque es una biblioteca que sale
con el sol.
Porque es una biblioteca en un puente.
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