Higuerón
A la hora señalada,
en lo alto de la ceiba,
ahí dejó la semilla,
el pájaro en la rama,
el universo mezcló las cartas
y decidió que así fuera,
la semilla de higuerón,
por una ceiba anidada.
Para el tiempo de florecer,
la ceiba y sus maravillas,
pétalos blancos y rosas
con pequeñas pinceladas.
La semilla de higuerón,
hace tiempo germinada,
ya era un telón de raíces.
sobre la ceiba atrapada.
Un poquito más de espacio,
otro rayo más de sol,
bebo un poco de tu savia,
que nadie más te mire,
solo yo.
Así le decía el higuerón
a la ceiba
que entre sus ramas crecía.
Poco a poco
sentía
que se quedaba sin fuerzas,
el higuerón le pesaba
enredado entre sus piernas.
La ceiba
perdió sus flores,
sus hojas,
sus algodones.
Gasto su último
latido
sin darse cuenta
de nada.
El higuerón,
esa semilla
que un día
había buscado cobijo,
se erguía
entre sus despojos,
en verdugo
transformado.
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