Camino nuevo
Dije que iba a la casa de una amiga. Pero no.
Voy sola. Elijo el bosque.
El bosque era el paseo familiar de los
domingos. Mi mamá llevaba en su mochila suficiente comida y abrigo. Mi hermano juntaba frutos y hojas como para convertir
nuestra habitación en un museo de ciencias naturales. Le encantaba contarme todo
lo que investigaba sobre sus tesoros.
A mi, en cambio, me gustaban más los bichos y molestar a mi
hermano que prefería mantenerse lejos de todo lo que se moviera por sí solo.
Esta vez no es domingo. Y decido descartar el camino familiar.
Elijo el sendero que está marcado con rojo. El
silencio tejido de ramas me eriza la piel. Necesito mirar, respirar hondo,
llenarme de ese olor a tierra fértil. Un camino apenas dibujado. Alguna señal
indica por dónde seguir. Por momentos me aferro a las raíces de algún árbol que
son como brazos para el camino que baja.
Un colchón de hojas cruje con mis pasos.
Siento la soledad. Como cuando descubrí que podía quedarme sola con mis
pensamientos. No duele, es una soledad iluminada. Me siento unida a todo lo
viviente con todos los sentidos alertas para no caer.
Una presencia entre los árboles me alerta,
pelo rojizo y una mirada tan amarilla como las hojas. Extiendo los brazos, los
muevo ampulosamente como me enseñaron. ¿Debería gritar? No lo recuerdo. Entre
tanto silencio, dudo de tener voz.
Allí se queda, no parece tener intenciones de
atacar, tampoco huye. Tal vez no debería mirarlo fijo. Se que los perros lo
toman como afrenta. Pero esos ojos dorados me hipnotizan
Sigo el camino. Con cada latido, cada
respiración, los pensamientos se van yendo de mí, como nubes que pasan.¿Es el
miedo?
Un lobo se pierde en lo oscuro del bosque.
El
cansancio me ayuda a buscar un lugar donde sentarme. Todos los seres que me
acompañan han perdido sus nombres, no puedo decir roble, cielo, hoja. Soy parte
de esos colores, de esas formas y olores que siento como si fuera la primera
vez.
Me levanto del tronco donde estaba sentada. La
señal indica que voy bien, Encuentro una
cadena para aferrarme porque en los metros de adelante solo hay espacio para un
pie al borde de la ladera. Escucho voces que invitan a unirme. Del otro lado varios senderistas
avanzan hacia la salida por un camino más ancho.
Un camino nuevo. El mío.
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