Esos días

 Dos colectivos pasaron de largo, como si María fuera invisible. Durante la espera interminable de un tercero, se largó a llover. Por suerte María llevaba paraguas, pero la lluvia parecía venir de todas partes. Mientras tanto, se le ocurrieron las mejores frases para responder a las acusaciones de su novio Matías. Claro, que ya no le servían porque la discusión había ocurrido la noche anterior. Se prometió no ser tan impulsiva, aprender a respirar hondo y concentrarse en sus próximas vacaciones. Fastidiada, húmeda y tarde, así llegó María al trabajo. En la oficina ordenó papeles, firmó documentos y preparó algunos informes. La sensación incómoda y fría la acompañó durante esa mañana. Para darse aliento, cada tanto analizaba las mejores ofertas de cabañas, en alguna página de internet. Pensaba en Matías y en cómo desenredar la madeja de palabras con las que había terminado la pelea de esa noche. Entre otras cosas, María se había propuesto dejar de fumar, pero se arrepintió. Ese no era su mejor día. En cuanto llegó la hora del break, salió con sus cigarrillos. Diana, su compañera de recursos humanos, la esperaba en la puerta. Con un gesto y una vocecita impostada que María conocía de memoria, Diana comenzó a desenroscar un reproche. La conversación iba volviéndose oscura con las últimas bocanadas y Diana dijo la última frase: "¡Yo quería esos días y vos lo sabías muy bien!". María intentó inspirar profundo, pero se ahogó con el humo. Agradeció internamente no haber podido responder, porque ya tenía toda clase de improperios preparados para lanzarse como paracaidista. Roja, ahogada y nerviosa, así continuó María sus horas de la tarde. Entre papeles revueltos e informes incompletos, volvió a pensar en Matías. En su imaginación lo acomodó como pudo a su lado, frente al lago Meliquina. Ellos respirando hondo, las montañas de fondo y los pájaros. Ya casi se terminaba el día y algo de sí misma había vuelto a su curso. Sintió que su impulsividad estaba controlada. Ordenó su escritorio, juntó unas carpetas para llevar, miró su celular y sonrió. Ya tenía casi definidas sus vacaciones. Era solo cuestión de acordar con Matías. Aunque fuera un día horrible, al menos tenía algo bueno en que pensar. Tomó su cartera y su paraguas y golpeó la puerta de su jefe para saludar. Entonces, él le pidió que entrara un segundo, nada más. Le dijo que tendría que aplazar las vacaciones que había pedido, que se venía un tiempo de crisis y tenían que estar todos allí. María se quedó impávida. La orilla del lago, su novio, los pájaros se borraron chisporroteando, como cuando se pierde la señal de televisión. Justo en ese momento sonaba su celular. Era un mensaje de Matías: "¿Vamos al cine esta noche?", al que agregó un signo de paz, una carita sonriente y un corazón. María se olvidó de respirar y prefirió el audio. Presionó nerviosa la pantalla: "No, andá vos… ¿Sabés qué? Mejor, nos tomamos un tiempo".

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