las calandrias

 Natalia caminaba por el sendero de piedras. Las plantas habían crecido tanto que le daban al lugar un aspecto salvaje. Ella, feliz creía ser una exploradora en medio de la selva. 
Perseguía a las hormigas para descubrir el escondite de sus tesoros. Cada tanto alguna vaquita de San Antonio o una mariposa limón la dejaban con la boca abierta de tanta maravilla.
Más arriba, entre las ramas del tilo y del naranjo, unas aves revoloteaban laboriosas: Una ramita, una pluma, alguna hoja seca. 
Natalia disfrutaba ese trajinar de dos pájaros cantores, de cejas negras y cola movediza. 
En cuanto llegó el jardinero corrió a saludarlo. 
 -¡Hola Mario! 
 -¡Hola nena! ¿Cómo anda tu, selva? 
Bien! ¡Veni, veni que quiero mostrarte algo! ¿Ves allá arriba? 
-Uyy, mirá qué cosa linda! ¿Sabés qué son, Nati? -preguntó el jardinero.
-Si, pajaritos. -respondió Natalia 
-¡Claro! Esos pajaritos se llaman calandrias y cantan muy lindo. 
-Si ya las escuché y también las estoy ayudando a hacer un nido, -dijo Natalia y le mostró a Mario, el jardinero un manojo de hojas que les había juntado. 
Me encantan Mario! pero quiero mirarlos más de cerca y no me dejan. Los otros días me subí a una rama, pero ... 
-Bueno, bueno -la interrumpió el jardinero, ya te voy a traer algo cuando vuelva. 
Natalia abrió grandes los ojos y se fue sonriendo, a los saltos con un panadero en la mano. 
Unos días más tarde, las calandrias tenían listo un nido confortable para sus pichones. Por la mañana golpeaban con sus picos el vidrio de la ventana de su habitación.  
Pic-picpoc-poc”. Entonces, ella les dejaba miguitas, algunas semillas y una tapa con agua. Claro que en cuanto Natalia se les acercaba un poquito, las calandrias volaban rápido hacia las ramas del árbol. 
A los pocos días Mario, el jardinero volvió con una enorme jaula pintada de blanco y adentro, una calandria igualita a las que vivían en el jardín. “¿Te gusta,nena? "preguntó Mario. Natalia estaba tan emocionada que no podía ni responder. Daba saltos de alegría, iba y venía. La calandria encerrada también iba y venía pero entre los barrotes y movía su cola hacia arriba y abajo.
“Esta es toda para vos”, dijo Mario orgulloso. Natalia se acercó para mirarla en detalle y 
esa tarde, prefirió no salir al jardín y jugó feliz con su nueva amiga. 
Así pasaron algunos días hasta que una noche soñó que la calandria le decía “dejame salir, dejame salir”. 
A la mañana siguiente, las calandrias del jardín la despertaron como siempre con su pic pic poc poc en el vidrio. Natalia les acercó sus miguitas y el agua. Cuando volvió a mirar a su amiga vio con tristeza algunas plumas enganchadas en la puerta de la jaula. La calandria en un rincón parecía enferma. 
Nati sintió algo raro en la panza, un dolor que subía en remolino hasta la garganta. Se imaginó pájaroCorrió hasta una pared y hasta otra golpeándose para sentirse igual que él. 
 “¿Qué haces nena?” le preguntó su hermana. “Tuve un sueño feo", le respondió Natalia, pero no quiso decir más que eso. 
Cuando su hermana salió de la habitación Natalia se acercó a la jaula con cuidado. Y entonces decidida abrió la pequeña puerta. Tuvo que meter la mano porque el pájaro saltaba de un lado a otro asustado. En cuanto lo sacó de la jaula la calandria se liberó de sus manos y chocó varias veces contra las paredes como antes había hecho Natalia. Pero al fin encontró el espacio libre de la ventana y logró salir. 
En ese momento sintió que las piedras que tenía en su garganta desde hacía días ya no estaban más Se sentía un poco triste porque su amiga ya no estaba pero a la vez feliz de haberla dejado en libertad.
Al rato escuchó el pic pic poc poc y salió corriendo a buscar sus miguitas. 

Y colorín colorado, este cuento ha terminado.
Más vale pájaro libre que enjaulado

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