Herencias

 Entre todos los objetos de esta casa,

el sagrado corazón me observa

con su mirada de vidrio.

Una sola mano,

como una Venus de Milo,

nos señala.

Entre las plantas,

se muestra inofensivo,

escucho un murmullo de oraciones,

las voces de mis abuelos;

la gubia vuelve a tallar sus pies,

con delicadeza, el artesano

moldea su corazón de masilla,

un dios de madera en quien no creo,

pero,

por las dudas

en la noche

le cierro la puerta

y me desligo 

de cualquier conexión con el misterio.




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