Sueño




El calor húmedo la hacía dormir mal.Sintió el aplastamiento de su cara contra la mano y de ésta sobre la almohada. Entonces con un movimiento brusco la dio vuelta, buscando el contacto más fresco. Al rato sacudió la sábana con la que, pese al calor, siempre se protegía tapándose hasta las orejas. Desde niña tenía esa costumbre. Tal vez algún sueño o un cuento en el que un demonio se acercaba a tocarle los pies, le había creado ese hábito de autodefensa. Por eso, aun sufriendo un poco más de calor, se sentía más segura.
Cada tanto vigilaba que su perro durmiera sobre la manta que tenía al lado de su cama. Frente a esa soledad lo sentía como un ángel protector, un guardián fiel en ese submundo de pesadillas del que intentaba despegarse. Pero esta vez Congo no estaba. Tal vez había salido en busca de algo o alguien que rasgaba la puerta de madera. Ella  bien sabía que la noche se poblaba de cucarachas y otros insectos que salían de sus nidos en busca de  comida.
No podía soportar ese cuarto lleno de papeles y objetos cubiertos de polvo. El desorden y la suciedad la agitaban. Siempre se proponía limpiar y ordenar al día siguiente ,pero la realidad es que le faltaba energía. Mientras tanto tenía que soportar su propio caos, sobre todo en  las noches de verano cuando el aire se volvía denso, casi tangible.
La ventana había quedado abierta de par en par esperando que la madrugada trajera alguna brisa. Los mosquitos entraban libremente adueñándose de sus nervios con los zumbidos que se aproximaban y alejaban. Los detestaba. Sentía repulsión de solo pensar que se alimentaban de  sangre que podía ser la suya o de otros humanos. Su cansancio era tan grande que no atinó a levantarse a colocar el mosquitero.
 Mientras intentaba ordenar pesadamente alguna idea, escuchó un aleteo sobre la baranda. Imaginó alguna paloma acomodándose en su nido, trayendo gusanos en su boca. Estiró un poco más la sábana para esconderse por completo. Un golpe fuerte en la persiana la confundió.
Sintió  entonces un golpe seco sobre su cabeza y el dolor de mil agujas en su cuello. Después… solo oscuridad.


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