Higuerón
El
pájaro dejó la semilla,
a la
hora señalada,
como si
el universo lo hubiera decidido.
Le
pidió sus brazos amorosos
y ahí
anidada germinó.
El árbol
apreciaba su compañía.
Para la
estación de florecer,
la
semilla ya era un telón de raíces.
Apenas un
poquito más de espacio,
un rayo
más de sol,
acaso
bebo de tu savia,
que nadie más te mire,
que
nadie toque tu delicada madera,
solo yo.
Para la
estación de hacer frutos,
la
semilla convertida en enorme árbol
lo
estranguló.
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