Axolote

Sólo a Pachu se le podía ocurrir semejante idea. Mirá que hay mascotas para elegir, más mimosas, más elegantes más, más... Pero no, a ella se le metió en la cabeza que quería un axolote. No debe haber bicho más feo que ése, ¿qué tiene de mascota? Agarrarlo no podés, porque se te resbala como un jabón mojado y además, si te descuidás, te muerde con esos dientes diminutos y filosos. Ni siquiera sabés si te registra, con esos ojos que parecen cabezas de alfiler con un punto negro en el medio.

Ahora ya debe estar por la costanera después de haber atravesado todas las cañerías de la ciudad. Increíble. Cuando llegué a casa el agua me llegaba hasta las rodillas. El patio parecía una pileta.

Para conformar a la nena, porque nos veníamos a mudar a esta casa horrible, se le ocurrió prometerle una mascota. Y ahí fue Pachu nomás, que lo vio en el acuario, que parecía un pececito pero con patas, rosado, y en la cabeza unas protuberancias que parecen coronarlo. Claro, ¡Como el rey de los más espantosos! Ahí te lo ponen en medio de corales, peces de colores, caracoles exóticos , burbujas y se ve distinto. El padre se lo compró, con pecera, piedritas, filtro y no se cuántas cosas más. La nena chocha.

Pero la que le daba de comer, era yo. Ese monstruo comía gusanos. ¡lo que faltaba! Ella los compraba en el acuario y ahí se los sacaban vivos de una lata con agua barrosa. Le daban un poco de impresión, así que venía con la bolsita transparente y yo la vaciaba un poco, mirando para otro lado, para que esa larva se hiciera un festín.

Ese día, se largó a llover desde temprano pero con tanta furia que anegó todas las calles. Pero claro, en nuestra avenida el agua brotaba por las alcantarillas y en mi casa desde las rejillas del patio, desde la pileta, desde el inodoro. Mientras avanzaba empapada como estaba, pisando con cuidado, el helecho enorme de mi abuela se asomaba como pidiéndome auxilio y lo demás navegaba a la deriva.

Me pareció verlo agitando las patitas diminutas cerca del desagüe y después perderse en un remolino. Habremos estado por lo menos cuatro horas más sacando agua, levantando muebles, llorando de indignación. Mientras Pachu seguía manoteando en los charcos, intentando recuperar a su axolote.

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