Bajo la ducha:

 


 

“Matar al ego”

¿Por qué matar?

¿Por qué

 a tantas cuestiones de la vida 

les ponemos palabras de guerra?

Entendí todo mal: 

No había que matarlo,

solo dejar que se desinfle. 

Terminé golpeándome 

la cabeza contra la pared,

gritándome 

palabras horribles,

clavándome alfileres, 

caminando una y otra vez 

sobre maíz,

castigada,

mientras la vida 

que debía sostener 

quedaba suelta, 

desprotegida.

Quiero las cartas

 de vuelta:

quiero

estar atenta 

presente,

rehabitarme,

empezar

desde donde

se pueda,

quiero

un ego 

que no 

corte

ni lastime,

liviano,

suelto,

que solo ayude

a florecer

y a maravillarme 

con los otros,

con lo simple.


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