Arrastrado por el mar
Ian tomó la decisión de arrojarse del barco, así como estaba, con los grillos a los que había logrado partirles la cadena pero aún puestos y lastimandole los tobillos. Como pudo se agachó para quitarse los borceguíes y las medias de algodón como único recuerdo de su estadía, seguro que le dificultarían aún más su escape. Ahora se abrían más posibilidades, podía llegar a golpearse fatalmente en la caída, ser descubierto y morir de un tiro, ser devorado por un tiburón o simplemente no resistir el nado hasta la orilla. De todas formas todo era mejor que ese barco sin rumbo, donde moriría después de ser maltratado hasta lo impensable. Eso, era de lo único que estaba seguro. Él mismo había sido cruel con otros, torturándolos hasta enloquecer. Y también sabía que en algunas circunstancias. era casi imposible correrse de ese juego perverso. -Todo comienza con ver al otro como el enemigo, se dijo a si mismo,- ir borrando las coincidencias hasta creer que no pertenece a la raz